Page 15 - Liderazgo Práctico Basado en Evidencia - Módulo 1
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Diversos test se han realizado para intentar medir el constructo de inteligencia, los cuales
generan niveles, determinan rangos o entregan índices numéricos, dando origen al concep-
to de “coeficiente intelectual”, muchas veces mal interpretado como inteligencia general, ya
que deja muchos factores relevantes fuera, cómo habilidades espaciales y emocionales.
Por ello, la mayoría de los estudios que han correlacionado inteligencia con liderazgo, en
realidad lo que hacen es medir cómo el liderazgo se comporta a medida que se incrementa
la capacidad cognitiva de las personas.
Lo anterior tampoco es una mala medida, ya que en general la capacidad cognitiva general,
que Spearman llama Factor G, es capaz de explicar entre un 50% y un 80% de la varianza
entre pruebas de aptitudes específicas.
En particular, a modo de ejemplo, la correlación entre inteligencia general y desempeño de
tareas laborales es cercana a un 51%, lo que la convierte en una excelente herramienta para
seleccionar personas para organizaciones (Schmidt & Hunter, 1998).
Recopilaciones de información posteriores
como el meta-análisis de 425 estudios labo-
rales de Hunter & Hunter, encontraron que
dicha relación es mayor en la medida que
se incrementa la complejidad de la tarea,
llegando a un 58% en tareas muy comple-
jas, un 51% en complejidad moderada, pero
solo 23% en tareas de muy baja complejidad.
Es importante especificar que el efecto de la
inteligencia general sobre el desempeño en
gran medida está mediado por los conoci-
mientos y habilidades para desempeñar una
tarea, y por ende por la capacidad de apren-
dizaje de una persona.
Los resultados de los meta-análisis más recientes sobre liderazgo y capacidad cognitiva,
muestran un efecto relativamente bajo entre ambas variables, de solo un 27% (Judge, et al).
Lo anterior, es debido a que se encontró que la relación al parecer es no-lineal, es decir, no se
encontró evidencia que a mayor inteligencia existirá también siempre una mayor habilidad
de liderazgo. Los datos muestran que el comportamiento entre esas dos variables es similar
a una U invertida, es decir, inicialmente la percepción del liderazgo mejora en la medida que
aumenta la capacidad cognitiva en las personas, sin embargo, se llega a un punto donde
la curva se aplana y el liderazgo deja de mejorar ante incrementos cognitivos. Incluso, si la
capacidad intelectual de las personas sigue incrementando, la percepción de liderazgo de
las mimas comienza a empeorar (Antonkis et al).
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